Breve ensayo a la reciprocidad

06.02.2020

"Ingrato es quien niega el beneficio recibido; ingrato es quien lo disimula, más ingrato es quien no lo devuelve, y mucho más ingrato quien se olvida de él" Dice Séneca. Cientos de años después la escritora y religiosa Sor Emmanuelle dirá "La relación no depende de ti ni de mí, sino del misterio entre nosotros. Es la reciprocidad del movimiento de cada cual que sale de sí mismo hacia el otro." Hay cierto misterioso movimiento en las relaciones humanas de largo plazo. Es como un juego de subibaja en una plaza. Un movimiento que evidencia que algo sale del otro y viene hacia mí, y algo sale de mí que va hacia el otro. Muchas veces en la forma de objetos, gestos, sonrisas, caricias, amor, sentimientos... Decir gracias es solo la verbalización de ese sentimiento que debe devenir en acto recíproco. Un gracias dicho sin más, es una reciprocidad hipócrita que conlleva la semilla de la ingratitud a largo plazo. Dar sin querer recibir algo a cambio es una actitud noble y, también, es de nobles retribuir con reciprocidad la nobleza recibida. La reciprocidad es un principio natural, es un acto de simbiótica amabilidad, es lo que la polinización a las abejas y las flores. Una relación sin reciprocidad no puede sostenerse en el tiempo. No hay amor que pueda vivir sin reciprocidad. Que las muestras de amor que se dan sean desinteresadas no significa que no debamos retribuir con reciprocidad. Es agotador un "subibaja" que se juega solo. El amor de cualquier índole es un sentimiento que impulsa a dar también, aunque no en igual medida, pero sí con idéntico impulso el bien recibido.

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