Zeus y Ares, Demeter y Perséfone: sobre los padres y los hjos

07.02.2020

"Tan pronto como llegamos al mundo y se nos admite en nuestras familias, nos encontramos en un medio completamente falseado en el que la perversión de los juicios es total, de manera que podemos decir que hemos mamado el error con la leche de nuestras nodrizas"

Cicerón, Tusculanas

La mitología trata sobre el ser humano, su carácter, sus vínculos. Nos habla de lo más profundo. Nos muestra en una trama apasionante nuestras miserias y decepciones. Pero también la forma en la cual superamos cada cosa que ocurre. Nos habla del perdón, del distanciamiento, del encuentro y el reencuentro. Nos cuenta con miles de años de anticipación lo que los seres humanos ya vivimos: desengaños, reconciliaciones, distanciamientos y acercamientos. No solo nos habla de amor entre hombres y mujeres, también nos habla sobre las rivalidades familires. Si pensamos en una diosa celosa y vengativa hay que pensar en Hera. Si pensamos en un dios mujeriego, bribón y machista, hay que pensar en Zeus. El mito nos habla del engaño y los amantes: Afrodita casada con Hefesto pero Ares es su amante (entre nosotros Afrodita quería guerra). Que divertida forma tuvo Hefesto de tender una trampa y que todos los dioses descubrieran de que forma su mujer le era infiel con el musculoso e iracundo dios de la guerra.

Los dioses son una gran familia con sus generaciones. Cómo ya he dicho en alguna ocasión el mito es un sistema explicativo de tinte narrativo que busca de alguna forma contarnos una verdad profunda, intrínseca al ser humano.

Pero bueno, entremos en el conjunto de mitos que nos ocupa. El primero que viene a mi mente es la relación entre Zeus y Ares. 

Ares es el dios de la guerra, es un dios despreciado por la mayoría de los dioses, digo por la mayoría porque tiene una relación muy estrecha con dos diosas, una es Afrodita (cada tanto le muestra sus habilidades de espadachín) y la otra es Eris, la diosa de la discordia. Tanto una como la otra según Robert Graves "alimentan una perversa pasión por él". Con Hades también se lleva de lo más bien porque básicamente cuando Ares, la guerra, hace su aparición, el inframundo se llena de las almas de sus muertos. 

Pero, frenemos un poco, Ares no nace de un repollo, es hijo de Zeus y Hera, que dicho sea de paso representan dos polaridades bien diferentes. Zeus mujeriego, Hera esposa fiel. El nombre de Zeus viene de la raíz indoeuropea -dya significa luz, es el dios que otorga sentido, que ilumina, que distingue. Por eso es el dios de lo racional, la prudencia, la inteligencia, la verdad. Sin embargo Hera es una diosa lunar, una diosa de la noche, en la noche los entes, las cosas son indistinguibles, forman un todo amalgamado por el espeso y confuso manto de la oscuridad. En otras palabras Zeus y Hera son de alguna forma los opuestos que permiten observar el todo, si Hera es la confusión y lo indistinguible, Zeus es la distinción y la comprensión. La comprensión viene dada por la polarización: día - noche, lleno - vacío, grande - pequeño, luz - oscuridad, etc. Son estructuras polares complementarias. Ahora bien, de esta hermosa relación tan discordante nace un retoño divino: Ares. En otras palabras Ares representa la lucha constante de los polos opuestos y necesarios. Heráclito de Éfeso escribirá en una de sus maravillosas y sabias sentencias 

"Guerra es padre de todos, rey de todos: a uno ha acreditado como dioses, a otros como hombres; a unos ha hecho esclavo, a otros libres". 

Como notamos en la personalidad de Ares habitan la combinación de lo polar. Ares vive en lucha constante. Es un dios fogoso, y si no preguntémosle a Afrodita la diosa del amor. Afrodita, todo belleza y dulzura, busca en Ares lo que el creativo y complaciente Hefesto no le da: guerra, algo de fuego, algo de acción, algo de intensidad. 

Cuántas mujeres buscan un amante que las tire con fuerza del pelo en su propio lecho y las llene de pasión, pero vuelven a su casa a alimentar la tranquilidad de su hogar. Mujeres que oscilan en la posesión de Hera, dueña de su casa y Afrodita esclava del deseo. Toda Hera necesita un poco de Afrodita, y todo hombre Hefesto debe cada tanto convertirse en Ares. Pero bueno esto es harina de otro costal.

El amor entre Ares y Afrodita culmina con cuatro hijos: Deimo, Fobos, Eros y Harmonía. Dos de ellos salen al padre: deimo significa "espanto" y fobos, miedo. Mientras que los otros dos Eros, el amor como deseo y Harmonía (el nombre va con H). Esto último nos recuerdo que Ares es una de las caras del deseo y que la armonía y el amor son dos facetas propias del deseo: Ares, lo avasallante, el impulso, la propuesta, y Afrodita: lo receptivo y la atractivo. Ambas al encuentro generan armonía. Es decir, no puede darse curso a una propuesta o impulso sin una recepción y aceptación por el otro lado: Ares propone, Afrodita dispone. Ares y Afrodita por lo pronto son las dos facetas armónicas del deseo.

Ares es un dios calentón. Es un personaje que se enoja y se infla de Ira con la facilidad de incendio de la nafta. Esto hace que se ponga en las antípodas de su padre. Aquí nos encontramos con otra de las polaridades: la razón versus la fuerza. Ares y Zeus no se llevan bien. 

De hecho en el extremo contrario la guerra que hace Zeus siempre va acompañada de Atenea, la diosa de la guerra estratégica. Ares es un dios que lucha cuerpo a cuerpo, en cambio el arma de Atenea es la lanza la cual arroja desde lejos y da en el blanco. Para dar en el blanco primero hay que apuntar y luego disparar, Ares en cambio se abalanza con total violencia a su oponente, lo que hace que su fuerza, ira y rapidez le  den ventaja competitiva con cualquier rival. Se ciega en la lucha y gana por su ceguera. En la guerra de Troya estuvo de parte de los troyano, y no es para menos, Afrodita también (creo que la guerra le importaba tres rábanos pero como Afrodita estaba...) Pero Atenea colaboró estratégicamente con lo héroes aqueos, en especial con Odiseo o Ulises.

Las discordias entre padres e hijos no son nuevas. Si algo nos recuerda este mito es que de una u otra forma los hijos guerreamos de tanto en tanto con los padres, y muchas veces los padres con los hijos. Padres más racionales tendrán cierta rivalidad con hijos cuyo carácter sea más "físico" y emocional. Ares representa la fuerza bruta irracional, desmedida, que contrasta tremendamente que el carácter racional y prudente de Zeus. 

Esta pugna entre Ares y Zeus de alguna forma Freud la relacionó, aunque no directamente, con el complejo de Edipo. Según el Neurólogo el hijo compite con su padre por la propiedad de la madre.

Pero también podemos verlo desde otro lugar, Ares es corazón mientras que Zeus es Razón, mente. Durante siglos hemos divorciado la razón del corazón. Hemos privilegiado la mente sobre el cuerpo, el pensamiento por sobre el sentimiento, priorizando unos y despreciando otros. René Descartes impondrá el concepto Cogito, ergo sum, "Pienso, luego existo". La existencia es un derivado del pensamiento. El filósofo desarrolla el concepto de que hay dos tipos de cogniciones unas mediatas y las otras inmediatas, las mediatas se valen u ocurren por medio de los sentidos, mientras que las inmediatas son aquellas que no necesitan de alguna mediación que se interponga. Desde ese lugar, las inmediatas son las intuiciones claras y distintas que advienen cuando al observar una percepción sensible mediata interpongo una inmediata, la duda. La duda me pertenece como intuición inmediata y por lo tanto al dudar pienso y si pienso existo. El desprecio que el cartesianismo tuvo sobre los instintos pasionales, los sentimientos y las emociones hicieron que hoy hayamos crecido como gigantes en términos intelectuales, tecnológicos y racionales pero permanecemos enanos en el sentir, el vibrar, en el emocionar.

La escolástica por otro lado privilegió el alma por sobre el cuerpo. El alma como lo más divino en nosotros mientras que al cuerpo lo considera un mal necesario del cual hay que desembarazarse. La muerte de alguna forma libera el alma del cuerpo y nos acerca a Dios. El cultivo del espíritu por sobre el cuerpo nos disoció la naturaleza. Al fin y al cabo el cuerpo es despreciable, asiento de las pasiones más bajas y los instintos más desdeñables: "el espíritu por cierto está pronto, pero la carne es débil" dirá Jesús a sus discípulos antes de morir.

El privilegio de la mente, el espíritu y el alma se siguen privilegiando hasta hoy día donde muchos intelectuales consideran su cuerpo un lastre que pueden descuidar. Sin embargo, mente y cuerpo, pasión y pensamiento, instinto y razón son parte necesarias de una misma unidad indisoluble.

Platón asemejó al ser humano a un carro tirado por caballos en el Fedro:

"El alma es como un carro de caballos alados y un auriga que forman una unidad. Ahora bien, los caballos y aurigas de las almas de los dioses son todos buenos y de excelente linaje, los de las otras almas, sin embargo son mezclados. Nuestro auriga gobierna a la pareja que conduce; uno de sus caballos es bello y bueno y de padres semejantes, el otro es lo contrario en ambos aspectos. De ahí que la conducción nos resulte dificultosa y dura"

Ya hablamos en parte de la relación entre padre e hijo, pero ¿que hay entre madre e hija? La mitología nos cuenta también la historia de una madre y una hija: Demeter y Perséfone. Ya en sí mismo el nombre de Demeter conlleva la raíz de la palabra madre. Esta diosa es una diosa madre, un derivado de la diosa Gea. 

Demeter es hermana de Zeus, y fue una de las diosas tragadas por Cronos. Fue de hecho la cuarta esposa de Zeus de cuya unión nació la joven y hermosa doncella Perséfone.

En el himno a Zeus, el poeta Homero se centra en el rapto de Perséfone por parte de Hades y la búsqueda incansable de Demeter por su paradero.

Parece ser que Perséfone estaba recolectando flores en el campo con sus amigas cuando fue atraída por un narciso en el mismísimo momento que se acercó para recogerlo el suelo se abrió y del centro de la tierra salió Hades el cual la tomó con presteza y la raptó, no importa cuanto habrá gritado y pataleado la adolescente Perséfone nadie fue en su ayuda. Durante nueve días con sus noches Demeter la buscó sin descanso a su hija.

La diosa lunar Hecate la encuentra totalmente aturdida y desconcertada, triste, angustiada y le sugiere que hable con Helios, el dios Sol. Helios que lo ve todo le cuenta la verdad Perséfone fue raptada por Hades y llevada a su morada infernal para que sea su novia. Si bien, a Zeus no le gustó el rapto y violación por parte de Hades tampoco hizo mucho, con lo cual Demeter (su ex) debatida entre la aflicción y el enojo se disfrazó de vieja y se dio un portazo al monte Olimpo vagando por los campos. Trabajó de niñera criando a Demofoonte el hijo de Metanira. Alimentó al niño como a un dios hasta que al ser descubierto por Metanira que le reclamó sobre el tipo de cuidados que estaba dispensando, la diosa cambió de forma, se quitó el disfraz y se manifestó en su verdadera naturaleza, reperendiendo a la madre del niño

En ese instante ordenó que se erigiera un templo en su honor y se instaló dentro en soledad haciendo una especie de renuncia. Recordemos que al ser Demeter madre tierra como Gea, la misma implicó que nada podría nacer o crecer de la tierra. El hambre amenaza a la raza humana y como consecuencia los hombres no pueden hacer sacrificios a los dioses. Cosa que a Zeus le importa bastante.

Una vez que el telegrama de renuncia le llegó a Zeus, le envía a la diosa Iris para que ella le pida a Demeter volver a sus funciones, como Demeter no se movía de su posición los dioses fueron acercándose con regalos y honores para ver si lograban hacerla ceder. Tanto va al cantaro al agua hasta que lo llena y Demeter rebalsó de furia. Y dejó claro que no volvería a pisar el Olimpo hasta que le sea devuelta su hija.

Hecho esto Zeus por fin accedió a los reclamos justificados de su ex esposa, y envió a Hermes a que hable con Hades para que le devuelva a Perséfone. Perséfone deprimida se encontraba al lado de Hades que estaba sentado lo más pancho en su trono, cuando Hades le comunica que es libre de irse, la joven esposa salta de alegría pero antes de irse le hace comer de unas granadas. Mientras se las iba comiendo Hades presta su carro alado a Hermes para que la lleve de vuelta a los brazos de su madre. Al ver Demeter el carro guiado por Hermes y su hija adentro le salta el corazón de alegría y va al encuentro de su hija. Pero antes de decirle "hola" le pregunta si había comido algo, a lo cual responde que sí. En ese instante Demeter se da cuenta que su hija no fue devuelta de forma total.  Esto implicó que seis meses en el año debía pasar con Demeter y los otros seis meses con Hades.

Una vez devuelta a sus brazos Demeter volvió a sus funciones y todo comenzó a florecer. Juntas les dieron a los hombres los misterios de Eleusis. En griego el término mysterion significa secreto, aquello que está oculto, con lo cual estos misterios eran ciertos secretos para que los humanos pudieran vivir y gozar de la vida con alegría sin temor de la muerta.

Desde un punto de vista sociológico podemos ver en el caso Demeter a una madre que busca a su hija raptada. En el año 2002 Marita Verón desaparece de San Miguel de Tucumán sin dejar rastro. Posiblemente fue víctima de la trata, al igual que Perséfone fue violada y posiblemente llevada de forma literal a los dominios del Hades. Su madre Susana Trimarco aún la busca al igual que Demeter por los cuatro rincones de la tierra.

En la literatura popular el cuento de Caperucita Roja podemos ver plasmado el arquetipo del rapto de Perséfone. La madre de Caperucita envía a su hija a la casa de la abuelita con indicaciones de que no se detenga en el bosque. Caperucita desobedece, se queda al igual que Perséfone recolectando flores. Cuando llega a la casa de la Abuelita el Lobo la está esperando, y se la come. (Como alguna vez escuche al pasar, este cuento nos recuerda que el príncipe azul es aburrido y es preferible que Caperucita se busque un lobo que la vea mejor, la escuche mejor, y obvio se la coma mejor)

Sin embargo, podemos hacer un análisis en términos psicológicos. Demeter es el instinto de madre. Este instinto no solo está asociado a la maternidad en términos literales sino a cierto impulso de alimentar y nutrir a otros. Cuando a una mujer con dicho arquetipo presente y predominante se le priva de la posibilidad de expresar dicho instinto dicha mujer puede aislarse y deprimirse como sucedió con Demeter.

Casi todas las dioses fueron madre sin embargo, lo significativo de Demeter es su relación particular con su hija Perséfone.

Este arquetipo se vincula con las distintas representaciones. En Egipto se la representa como Isis amamantando a Horus su dios niño, de la misma forma que hoy la iglesia católica representa a la virgen María amamantando al niño Jesús en brazos.

Una madre de tinte Demeter como ya mencionamos puede vivir la partida de sus hijos como el arrebato de estos de sus propios brazos. Según la doctora Pauline Bart, la cual estudió los casos de quinientas mujeres que al ser hospitalizadas, las mas afectadas entre las de cuarenta y sesenta años eran aquellas que habían sido madres muy pendientes de su propio rol el cual a cierta edad lo consideraban perdido.

En ese rango de edad, cuando los hijos y las hijas ya son adultos y menos dependientes, dichas madres pueden deprimirse y afligirse severamente con sus hijos ya que los pueden percibir física o emocionalmente distantes. 

Este sentimiento de perdida y aflicción puede hacer pasar de una Demeter afligida a una Demeter destructiva ya que viven la autonomía de su hijo o hija al ir creciendo como una perdida emocional. Al vivirlo así dichas madres retienen de sus hijos la aprobación a sus deseos de independencia. En la posesión de Demeter destructiva como rasgo preponderante la relación con su hijo puede sufrir severos reveses, ya que el hijo siente que nada de lo que hace satisface a su madre.

Una madre Demeter pretende a sus hijos cerca, requiere de sentirse necesitada y valorada, necesita ser necesaria, le gustaría que sus hijos acudan a ella en consejo y nutrición. Este carácter casi obsesivo con el deseo de nutrir puede producir en su hijo o hija mayor alejamiento, generando una respuesta contraria a la buscada. Ya que el hijo puede vivir la  necesidad de madre como un limite a su libertad de movimiento y un techo a su crecimiento emocional y profesional.

En el mito, Perséfone debe regresar al inframundo cada seis meses, es decir que estamos en presencia de una mujer con necesidad de movimiento y libertad. El inframundo es el dominio de lo profundo, del inconsciente, de los pensamientos recónditos. Con lo cual hay una necesidad imperiosa de dicha mujer de conectar con su propio y particular mundo interior, para gobernar en su propio reino.

Una madre Demeter puede percibir dicha necesidad de soledad e introspección como una forma de desprecio a sus cuidados y nutrición lo cual hará que retenga de su hijo la necesaria mirada aprobatoria generando aún más distanciamiento o rechazo, a la vez que dicho rechazo aumentará la búsqueda y reclamo por parte de la mujer Demeter de que se le devuelva su rol.

Los casos de Ares y Zeus así como de Demeter y Perséfone ponen de manifiesto las diferentes formas de relación entre padres e hijos. Rivalidades, peleas, contiendas. En ambos casos hay una necesidad de unificar de reconciliar los aspectos discordantes.

Desde algún lugar viene a mi mente en este momento un cuadro de Rembrandt El retorno del hijo prodigo. Pródigo significa despilfarrador, el que dilapida la fortuna, quien no se mide en gasto y gasta sin tomar en cuenta las consecuencias.

El relato se desenvuelve de forma dramática como un cuento sin espacio ni lugar, y es conocido como "la parábola del hijo prodigo". Según el Evangelio de Lucas un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y él les repartió la herencia. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marcho a un país lejano donde malgastó su herencia viviendo una vida libertina. Cuando lo hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema al país, que lo obligó a cuidar cerdos de un matadero. Envidiaba las algarrobas que los cerdos comían, pero nadie le daba nada. Y entrando en si mismo reflexionó: "cuantos esclavos de mi padre tienen en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre". Me levantaré, iré de mi padre y le diré: "Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, hazme como uno de tus asalariados". Y levantándose partió donde su padre. "Estando él todavía a cierta distancia, corrió su padre a su encuentro y conmovido desde las entrañas lo besó tiernamente. Y ordenó: vístanlo con la mejor ropa y preparen un gran festín, y festejemos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he hallado.

El dramatismo de la escena es impresionante un padre mayor que al ver de lejos a su hijo, volviendo con sus harapos, decide ir a su encuentro corriendo abrazar y besarlo, devolviéndole su lugar perdido en la familia. Un hijo que quizás no merecía dichas atenciones, que había dilapidado la fortuna, despreciado su herencia, pero que ahora estaba dispuesto a volver y reconciliarse con su pasado, integrando los dos mundo. Donde el valor del perdón y la cercanía física y emocional son más valiosos que el rencor y la bronca que puedan sentir, que la receptividad vale más que el tener razón y la empatía es la moneda de cambio sanadora que permite que ambas partes se integren.

Escucho la voz de Joan Manuel Serrat:

"Nos empeñamos en dirigir sus vidas

Sin saber el oficio y sin vocación

Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones

Con la leche templada y en cada canción Niño, deja ya de joder con la pelota 

Nada ni nadie puede impedir que sufran

Que las agujas avancen en el reloj 

Que decidan por ellos, que se equivoquen

Que crezcan y que un día nos digan adiós"


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